Por Miguel Córdoba
Como mencionamos en notas anteriores, el fenómeno Milei se estaría debilitando en intensidad, al menos por lo que reflejan las mismas encuestas que hasta hace poco lo ubicaban compitiendo con las dos fuerzas mayoritarias, en un escenario de tercios.
Para quienes no vieron o no recuerdan el tercer capítulo de la primera temporada de la fantástica serie Black Mirror (2013), titulado “Momento Waldo”, vale señalar que en una sugestiva escena un funcionario de la CIA se entrevista con productores televisivos para comprarles la idea del personaje de Waldo, una caricatura animada de un oso turquesa que, tras crecer en popularidad burlándose de los políticos tradicionales a los que trata de hipócritas y farsantes, llega a ser candidato. La manifiesta intención del funcionario era adaptarlo a los mercados políticos de Latinoamérica. ¿Con qué objeto?
Waldo preanunció muchos fenómenos que se produjeron en todo el mundo. No era real, no tenía programa ni propuestas, pero era más auténtico que todos los demás candidatos y eso causaba furor entre el público porque era sincero y no fingía representar nada, lo que lo convertía en la mascota oficial para los votantes descontentos. Al final, resultó segundo en las elecciones de la ficción.
El mundo ha visto la entronización de diversos personajes estrafalarios, más o menos peligrosos. Otros quedaron en el camino. Todos ellos comenzaron como fenómenos mediáticos. Todos sirvieron para canalizar el descontento de amplios sectores de la población, como un fenómeno que caracteriza la crisis de representatividad de la mayoría de las democracias occidentales, en un mundo en el que el marketing político y la utilización de tecnología de las comunicaciones, se ha vuelto mucho más relevante que la praxis política tradicional.
En nuestro país es Milei quien más se ajusta a esta caracterización, pero un poco por las particularidades de nuestra sociedad y otro tanto por la dinámica de la contienda política, este outsider que creció como pintoresco personaje con un particular peinado e insultos contra la casta política, en un momento empezó a ser tomado en serio. Y ahí se estancó su crecimiento.
Si bien nunca dejó de pregonar su ideología, ésta era eclipsada por su espectacular personaje. De hecho, mientras las redes sociales y las encuestas marcaban su vertiginoso ascenso, muchos analistas advertían que sus seguidores –fundamentalmente jóvenes- desconocían el contenido de sus propuestas y sólo veían en él, quien mejor representaba el descontento contra los políticos tradicionales.
A diferencia del actor que personificaba a Waldo en la mencionada serie, Milei aceptó sentarse en los programas a hablar seriamente de sus propuestas y si bien no dejó de descalificar al resto de los políticos, su personaje comenzó a verse más parecido a los mismos a los que criticaba. Sus propuestas pudieron finalmente ser vistas en forma concreta y como tales, ser cuestionadas. Para colmo comenzaron a filtrarse datos de su vida personal y algunas denuncias sobre su accionar político que, ciertos o no, terminaron de volverlo “real”. Así perdió gran parte del atractivo que para el público puede tener un personaje de ficción.
Los encuestadores ya vuelven a hablar de polarización entre las dos coaliciones principales y a advertir el riesgo que ya señalamos en estas páginas respecto a que el descontento del electorado se traduzca en un muy bajo nivel de participación en las elecciones. La derecha seguramente repita su mejor performance –la del 2003 con López Murphy- con un 12%. Fin del episodio.