Por Miguel Córdoba
Simón Bolívar y el primer intento de integración Latinoamericana
De la Independencia al Congreso de Panamá (1816-1826)
El contexto histórico
La invasión de Napoleón a la península ibérica a comienzos del siglo XIX desata los procesos de independencia de las colonias americanas hispano lusitanas. Entre 1810 y 1824 de desarma todo el imperio colonial americano y nacen nuevos estados. Como bien señala Waddell (1991) “las circunstancias europeas hicieron que ni Francia ni España pudieran afirmar su control en América española, mientras que Gran Bretaña y los Estados Unidos consideraron que lo mejor para sus intereses era abstenerse de intervenir en cualquier acción decisiva. Así, las colonias españolas pudieron decidir su propio futuro”.
Los nuevos estados así surgidos tenían sin embargo un destino incierto. A los problemas políticos, sociales y económicos internos, se sumaban las pretensiones de las potencias europeas, empezando por las expectativas de reconquista por parte de España.
En estas circunstancias, patriotas como San Martín, Monteagudo y Bolívar supieron advertir las ventajas de conformar un bloque regional de estados latinoamericanos, a fin de identificar intereses comunes y hacerlos valer frente a las potencias europeas. Pero fue Bolívar quien orientó gran parte de su accionar a la concreción de ese ideal, plasmado en su famosa Carta de Jamaica, de setiembre de 1815.
En la misma da cuenta de la incertidumbre en que se encontraba el futuro de las colonias independizadas de España.
Es que como señala Paradiso (2010), luego de casi cinco años de éxitos criollos en las guerras emancipatorias, en abril de 1815 “Fernando VII es rehabilitado en el trono y borrada la constitución liberal de 1812, ordenaba la partida de la mayor fuerza militar que nunca hubiera llegado a Sudamérica. En poco tiempo, los ejércitos al mando del general Pablo Murillo habían recuperado gran parte de sus territorios: Bolívar partía al exilio y las fuerzas chilenas comandadas por O’Higgins eran derrotadas en Rancagua. Solo Buenos Aires, que había conocido las vicisitudes de las campañas del noreste y noroeste, permanecía como foco independiente. La situación reconfortaba el ánimo español y aumentaba la gravitación de las monarquías absolutistas que renovaban su hostilidad hacia los proyectos emancipadores, dispuestas a respaldar la pretensiones españolas e imponer sus ideas legitimistas y anti revolucionarias”.
Pero Bolívar no solo era un fino analista de la realidad Americana, sino que conocía los cambios que se producían en Europa desde la Revolución Francesa y manejaba muy bien la diplomacia. Por eso desde su exilio en Kingston, Jamaica, señalaba en la misma carta (1815):
“Europa haría un bien a España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque a lo menos le ahorrará los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de que fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.
(…) En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos. pero hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, ¿porque hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad en el hemisferio de Colón?”
Y finalmente aparece la idea de la unión latinoamericana que hizo famoso a este documento:
“Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo”.
Para la concreción de los anhelos de unidad, faltaba aun mucho camino por andar.
La consolidación de los nuevos estados americanos y el camino hacia el primer Congreso de Panamá
La suerte de Latinoamérica comienza a definirse sin embargo en el terreno militar más que en el de la diplomacia.
Bien señala Paradiso (2010) que “dos años más tarde (1817), el escenario volvía a dar un vuelco merced a dos audaces gestas militares: Bolívar emprendía su contraofensiva en el norte y San Martín, después de atravesar la cordillera, batía a las fuerzas realistas en Chacabuco y Maipú, proclamaba la independencia chilena y comenzaba a organizar la expedición marítima destinada a liberar a Perú, el núcleo duro del poder español”.
Al mismo tiempo en España, el alzamiento del general Rafael de Riego (1820) puso el enorme ejército creado para socorrer a las fuerzas en América, al servicio de la revolución liberal que restituyó la Constitución de 1812 y por tres años activó las Cortes, despejando el camino a los patriotas americanos para terminar de independizar a las colonias.
Los intentos de restauración absolutista surgidos en Europa en los congresos de Trappau y Laybach (1820) -parte del “sistema de congresos” establecidos a partir del de Viena de 1815- llegan tardíamente a España. Tras el Congreso de Verona (1823) y la derrota militar de Rafael de Riego, se produce la segunda restauración de Fernando VII, pero como señala Paradiso (2010), Francia era incapaz, como brazo armado de la Santa Alianza, de oponer resistencia al poderío naval de Gran Bretaña y EE.UU., que comenzaron a obrar abiertamente contra la restauración del colonialismo.
Waddell (1991) señala que “En 1822 el mundo empezó a adaptarse al hecho de que, aunque las fuerzas realistas aún conservaban la sierra peruana y el Alto Perú, Hispanoamérica había conseguido, en efecto, separarse de España. Estados Unidos fue el primero en reconocerlo, quizá porque no estaba limitado por las inhibiciones monárquicas y legitimistas que tenían los países europeos. En enero, el Congreso pidió información al ejecutivo y en marzo el presidente Monroe respondió, diciendo que creía que Estados Unidos debería reconocer la independencia de facto de Buenos Aires, Chile, Colombia, México y Perú. La propuesta fue aprobada por el Congreso y se aplicó en junio cuando el representante de Gran Colombia fue oficialmente recibido por el presidente, teniendo así lugar el primer acto de reconocimiento de un país sudamericano en el exterior”.
Este acontecimiento no solo reviste importancia desde el punto de vista de la diplomacia de Latinoamérica. La postura del presidente Monroe fue la primer doctrina del derecho internacional surgida fuera de los límites de Europa.
Paradiso (2010) sintetiza la importancia de la misma señalando que “anunciaba que los continentes americanos, por la condición de libres e independientes que habían asumido y mantenían, no debían ser considerados como sujetos a futura colonización por potencia europea alguna. Siendo diferentes los sistemas políticos de uno y otro continente, Washington consideraría ‘cualquier intento por su parte de extender su sistema político a cualquier lugar de este continente como peligroso para nuestra paz y seguridad’.”
De esa forma, EE.UU. legitimaba el uso de su fuerza militar en nuestro continente, lo que hasta nuestros días han extendido al resto del mundo y siguen reivindicando bajo eufemismos como “guerra defensiva”.
La lectura detenida del informe de Monroe señala que no es un manifiesto anticolonial, dado que habla de mantener el statu quo y la neutralidad respecto a las colonias existentes, pero avanza en la afirmación de la soberanía de los estados sobre los mares al oponerse a la piratería o guerras privadas en los mismos; en la prohibición del comercio de esclavos; en la defensa del libre comercio y navegación de los mares, en la neutralidad frente a las guerras entre potencias europeas y finalmente, en la defensa de las (excelentes) instituciones republicanas que emanaban del país del norte hacia los nacientes estados del resto del hemisferio occidental.
Waddell (1991) señala que “A las potencias europeas no les gustó que los Estados Unidos les advirtieran de que se apartaran del continente americano. Además, la promulgación de la Doctrina Monroe pareció sincronizar sospechosamente con la decisión británica de actuar independientemente de los países europeos continentales respecto a Hispanoamérica, y el mismo Canning (canciller británico) instigó la idea de que él había inspirado la declaración estadounidense”.
De hecho Gran Bretaña y EE.UU. comenzaban una disputa por la hegemonía en el comercio ultramarino y Paradiso (2010) habla de un “ajedrez” entre Canning y Monroe, en el que este último hizo la primer movida, mientras que Gran Bretaña estableció relaciones consulares y tratados comerciales y financieros, antes de reconocer a los nuevos estados americanos su soberanía.
El Congreso de Panamá de 1826
Paradiso (2010) señala que “Uno de los capítulos que fue parte de la definición del rumbo durante el primer tramo del ciclo emancipador fue la idea unificadora. Ella moraba en el espíritu y los planes de los líderes civiles y militares de la independencia. Aún aquellos que advertían, con criterio realista, las dificultades para plasmar tal proyecto en el mediano plazo, abrigaban el mismo propósito”.
Gerardo Brà (1984) explica por su parte que luego del frustrado intento de 1822 – cuando como Presidente de la Republica de Colombia invitó a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires para formar una confederación-, el 7 de diciembre de 1824 (dos días antes de la victoria de Ayacucho que selló la suerte de la independencia sudamericana), ahora en carácter de Presidente de la gran Colombia y Encargado del gobierno del Perú, Bolívar invitó a todos los gobiernos americanos a la realización del Congreso Anfictiónico de Panamá. La invitación fue extendida por Santander, Vicepresidente de Colombia, para que participen Inglaterra, Estados Unidos, el Imperio del Brasil y los reinos de Francia y los Países Bajos. Los plenipotenciarios de las naciones americanas debían asistir con el objeto de crear una liga de naciones organizada gracias a la reglamentación de la política exterior de las mismas, con una ley común acordada y acatada por todas y con el compromiso de protección reciproca en caso de agresión externa.
La idea de Bolívar era reunir a los estados del hemisferio occidental en una gran asamblea de carácter permanente que oponga sus intereses comunes a la poderosa Europa absolutista.
Respecto a los resquemores de algunos patriotas por la alianza que Bolívar ansiaba con Gran Bretaña, el mismo autor cita una carta del libertador dirigida a José Rafael Ravenga, en la que Bolívar desestima la posibilidad de que esa potencia imponga su voluntad a la asamblea, asegurando asimismo que el riesgo era ampliamente justificado por la necesidad de su apoyo.
Los resultados
Obviamente Francia no envió delegados y existen muchas sospechas respecto a la ausencia de los delegados de EE.UU., que fueron designados tardíamente, al punto que uno llegó ya finalizadas las sesiones, mientras que el restante murió en el viaje.
Pero Brasil, el Río de la Plata y Chile tampoco enviaron delegados, haciendo que el principal objeto del Congreso fracase desde su inicio. Es en este punto que varios autores coinciden en sospechar que la diplomacia inglesa intervino para desalentar a los gobernantes locales a enviar sus representantes al Congreso.
Sin embargo el Congreso no fue un fracaso absoluto y representó el primer hito en el proceso de integración americana.
Brá (1984) cita un trabajo editado por el Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, titulado “El Sistema Interamericano – Estudio sobre su desarrollo y fortalecimiento”, que destaca la trascendencia de este Congreso en los siguientes términos:
“Este primer instrumento estableció ciertos principios jurídicos y normas de conducta internacional que sirvieron de inspiración y estímulo a otros congresos latinoamericanos que se celebraron en el curso del siglo XIX, así como a la organización regional interamericana (1) que se creó en 1890, e incluso, en ciertos aspectos, a la Sociedad de las Naciones y a las Naciones Unidas. En efecto, la Confederación de Estados prevista en el Tratado de Panamá de 1826 se basaba en principios y procedimientos que se generalizarían más tarde, tales como el establecimiento de una Asamblea General, que sería el órgano principal de la confederación, en la cual estarían representados todos los estados confederados en un plano de igualdad jurídica y con amplios poderes para concluir tratados tendientes a cimentar las relaciones entre las partes, contribuir al mantenimiento de la paz y a la solución amistosa de las diferencias que existieran o pudieran surgir entre ellas y procurar la conciliación y mediación, ya sea entre las potencias confederadas o entre éstas y una o más potencias extrañas; la garantía mutua de la integridad de los respectivos territorios, la obligación de cooperar hacia la completa abolición de la esclavitud, la codificación del derecho internacional, la exclusión de la confederación del estado miembro que violara el tratado en materia de mantenimiento de la paz o de respeto de las decisiones de la Asamblea General y el establecimiento de la ciudadanía continental en favor de los ciudadanos de los estados miembros. En el propio Congreso de Panamá se firmaron además, tres instrumentos adicionales, entre ellos una Convención que fijaba la cuota de tropas propias a cada república, para constituir y mantener un ejército permanente de 60.000 soldados, y reglamentaba todo lo referente a la organización y dirección. Allí, pues, se originó también la idea de una fuerza internacional para garantizar la paz”.
MERCOSUR: El más ambicioso y actual proceso de integración latinoamericana
El acercamiento de Argentina y Brasil
Luego de varios fallidos intentos de integración regional a lo largo del siglo XX, en la década de 1980 comienza un proceso de acercamiento entre Argentina y Brasil -al que Campbell (1999) denomina “binomio inductor”, en analogía con el papel que desempeñaron Francia y Alemania en la integración europea- que desembocará en la conformación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Campbell (1999) -ex Secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería argentina en la administración Ménem- explica que, “enlazados histórica y geográficamente por la ruta del Atlántico y por fronteras comunes (…) con economías en buena medida complementarias”, Argentina y Brasil tuvieron relaciones oscilantes desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, cuando las agencias regionales comenzaron a intentar acercar las economías de ambos países. Sin embargo éstos fracasaron debido a que los gobiernos militares de ambos países durante las décadas del 60 y 70, seguían alentando el “mito” del enfrentamiento y la competencia regional, muy convenientes para fundar las hipótesis de conflicto propias de administraciones castrenses.
Si bien Argentina y Brasil protagonizaron una guerra en 1825, el mismo autor señala que tal mito era infundado, dado que para mediados del siglo XX no existía “memoria bélica” ni conflictos fronterizos que lo alimentaran y, debido a sus distintos perfiles productivos, no había competencia por el dominio regional ni por el acceso a los mercados externos.
Sin embargo el mito había dado lugar a una “cultura de la desconfianza” que se materializaba en la escasa interrelación económica y comercial entre ambos países. De hecho las rutas y pasos fronterizos eran deficientes y no se había creado infraestructura común para el aprovechamiento energético de los recursos hídricos compartidos.
Muy por el contrario, la construcción conjunta entre Brasil y Paraguay de la represa de Itaipú a mediados de la década del 60, despertó la desconfianza de Argentina -llegándose a un punto de alta tensión diplomática- y como respuesta, nuestro país acordó con Paraguay y sin consultar a Brasil, la construcción de la represa de Yacyretá.
Factores que en la década de 1980 llevaron al “cambio de clima” entre Argentina y Brasil
La resolución entre los tres países de las controversias por el aprovechamiento de la cuenca del Paraná a fines de 1979, abrió paso al acercamiento diplomático entre Argentina y Brasil, que en 1980 acuerdan la construcción de un gasoducto para abastecer al sur brasilero con gas argentino.
Tras la guerra de Malvinas en 1982, la cancillería brasileña se hizo cargo de los negocios argentinos en el Reino Unido.
Sin embargo señala Campbell (1999):
“Fue recién a partir del advenimiento de los regímenes democráticos en ambos países, y en el marco tanto de los primeros efectos de la crisis de la deuda como de fuertes demandas internas y externas en pos de una redefinición de la orientación global de la política exterior, particularmente en Argentina, que las posibilidades de romper el anterior ‘mito’ del antagonismo y de avanzar así en la búsqueda de nuevos campos para la cooperación política y estratégica se acrecentaron de manera sustantiva, abriéndose así fórmulas reales y concretas para ingresar en una nueva etapa en las relaciones bilaterales. Así, cuando el proceso de acercamiento político comenzó a dar sus primeros pasos en firme la idea de plasmar dichas coincidencias en un acuerdo formal empezaba a adquirir una creciente importancia en la agenda de la política exterior de ambos países”.
Efectivamente la guerra de Malvinas despertó una nueva conciencia en Argentina respecto a su pertenencia regional y el gobierno democrático surgido en 1983 comenzó a ver a Brasil como un socio estratégico para iniciar un espacio económico subregional para competir mejor en el mercado mundial. La llegada de la democracia al Brasil en 1985 abrió las puertas a un mayor entendimiento y en 1986 ambos gobiernos anuncian el comienzo del proceso de integración.
También desde el punto de vista económico Brasil había comenzado a percibir el agotamiento del esquema ALALC-ALADI y de su alineamiento con EE.UU. que tantos beneficios le había dado en las dos décadas anteriores y la crisis del petróleo y el peso de su deuda externa obligaron a Itamaraty a mirar hacia su vecino económicamente más relevante. Compartía con Argentina los problemas de escasez de divisas y de inestabilidad monetaria.
Ambas naciones demostraron su coincidencia en el Consenso de Cartagena de 1984, respecto a la necesidad de una salida conjunta y negociada del problema de la deuda externa que aquejaba a gran parte del continente, pero no era menor la importancia de sus coincidencias en cuanto a apoyar la construcción y consolidación de los procesos democráticos en la región.
Los hitos del proceso de integración previos al MERCOSUR
Mayo de 1985 – Acta de Colonia. Los presidentes Alfonsín y Sanguinetti firmaron el CAUCE II (Convenio Argentino-Uruguayo de Cooperación Económica) por el que se ampliaron los alcances y concesiones de acuerdos económicos firmados con anterioridad.
Noviembre de 1985 – Declaración de Iguazú – Cuando se inauguró el Puente de la Confraternidad Tancredo Neves, primer obra de integración vial entre ambos países de los últimos 40 años, los presidentes Raúl Alfonsín (Argentina) y José Sarney (Brasil), acordaron dar comienzo a un proceso de integración económico-comercial, a través de la creación de la Comisión Mixta de Alto Nivel para la Cooperación y la Integración Bilateral, integrada por expertos de ambos Estados y de empresas privadas de los dos países.
Declaración Conjunta de Cooperación Nuclear – En la misma ocasión se avanzó también en la integración en materia científica, tecnológica, energética y nuclear. Esta declaración terminó con una vieja tradición de desconfianza castrense y derivó en sucesivas visitas de los presidentes y técnicos a las plantas de cada país, posiciones conjuntas en el ámbito internacional y nuevos protocolos y declaraciones complementarios en el área.
Julio de 1986 – Acta para la Integración Argentino-Brasileña, compuesta por doce protocolos sectoriales, relacionados con aspectos económicos, nucleares y aeronáuticos.
Noviembre de 1988 – Programa de Integración y Cooperación Económica (PICE), Argentina y Brasil acuerdan la construcción de un espacio económico común, que abarcara todos los productos y considerara también la armonización de las políticas macroeconómicas, en un plazo de 10 años.
Julio de1990 – Acta de Buenos Aires. Ménem y Collor de Melo acuerdan reducir el plazo del PICE a 5 años y establecen los métodos a seguir para cumplir con estos tiempos.
Diciembre de 1990 – Acuerdo de Complementación Económica N° 14 (ACE 14) . En el marco de la ALADI, Argentina y Brasil acuerdan un programa de desgravación progresiva, lineal y automática para todo el conjunto del universo arancelario; la coordinación macroeconómica y sectorial entre los países; la generación de acuerdos de complementación industrial; la incorporación de la cláusula de salvaguarda para ser aplicada en caso que se pudiera producir un súbito aumento en las importaciones de un producto en un breve período y la continuidad del Grupo Mercado Común, como órgano técnico rector de las negociaciones.
El surgimiento del MERCOSUR y los avances en la institucionalización y ampliación del proceso de integración
El 26 de marzo de 1991, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay firman el Tratado de Asunción, que crea el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Los Estados parte se comprometieron a conformar al 31 de diciembre de 1994, un mercado común para:
• la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos a través, entre otros, de la eliminación de los derechos aduaneros y restricciones no arancelarias a la circulación de mercaderías y de cualquier otra medida equivalente;
• el establecimiento de un arancel externo común que debería entrar en vigencia a partir de 1995, la adopción de una política comercial común con relación a terceros Estados o agrupaciones de Estados y la coordinación de posiciones en foros económico-comerciales regionales e internacionales.
• la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales de comercio exterior, agrícola, industrial, fiscal, monetaria, cambiaria y de capitales, de servicios, aduanera, de transportes y comunicaciones y otras que se acuerden, a fin de asegurar condiciones adecuadas de competencia entre los Estados parte.
Los Estados se comprometieron a armonizar sus legislaciones en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de integración, otorgando un plazo mayor a Paraguay y Uruguay en el programa de liberación comercial que contiene el acuerdo.
También en 1991, el Protocolo de Brasilia, creó un sistema fundado en tribunales arbitrales ad hoc, para la resolución de cada controversia.
En 1994 se firma del Protocolo de Ouro Preto (POP), que además de crear la arquitectura jurídica institucional del MERCOSUR, le otorga personería jurídica internacional y sienta las bases para la conformación de la unión aduanera, tras el establecimiento del arancel externo común.
En el proyecto coordinado por Mariana Vázquez y Daniela Perrotta (2012), se señala que el POP crea las siguientes instituciones:
Órganos decisorios:
•El Consejo del Mercado Común (CMC); integrado por los ministros de RR.EE. y de Economía de los países miembro
•El Grupo Mercado Común (GMC); integrado por los ministros de RR.EE. de los países miembro
•La Comisión de Comercio del MERCOSUR (CCM); integrado por los ministros de RR.EE. y de Economía de los países miembro, una de cuyas principales funciones fue la de resolver controversias comerciales concretas.
La lógica de funcionamiento de estos órganos es intergubernamental, ya que los representantes de cada estado responden a los intereses de sus respectivos países, pero las decisiones se toman por consenso de todos, quienes tienen la misma capacidad de voto y veto.
Órganos no decisorios:
•Comisión Parlamentaria Conjunta (CPC); integrada por parlamentarios de los 4 países y con ingerencia en la determinación de la agenda regional conforme a la representación política en cada país;
•Foro Consultivo Económico-Social (FCES); integrado por representantes de sindicatos, empresas y del tercer sector de cada país, y
•Secretaría Administrativa del MERCOSUR (SAM); que con sede en Montevideo (Uruguay), hasta el año 2002, desempeñó tareas de archivo y publicación de la documentación oficial y normas aprobadas por los órganos decisorios, organizando los aspectos logísticos de las reuniones de los mismos y brindando información regular a los Estados Partes sobre el estado de incorporación de las normas aprobadas, así como otras tareas solicitadas por los órganos aludidos.
En Julio de 1998 se firma el Protocolo de Ushuaia I – También llamado de Compromiso Democrático, dado que los países miembro, junto a Bolivia y Chile como signatarios de acuerdos con el MERCOSUR, acordaron la plena vigencia de las instituciones democráticas como condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración, con un procedimiento a seguir en caso de ruptura del orden democrático en alguno de ellos y la posibilidad que los restantes, puedan tomar medidas “desde la suspensión del derecho a participar en los distintos órganos (…), hasta la suspensión de los derechos y obligaciones emergentes de esos procesos”.
También en Ushuaia, los mismos países firmaron la DECLARACION COMO ZONA DE PAZ Y LIBRE DE ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA.
En Febrero de 2002, se firmó el Protocolo de Olivos para la Solución de Controversias, que en 2003 dio lugar a la creación del Tribunal Permanente de Revisión (TPRM) como instancia superior de los tribunales ad hoc previstos en Brasilia en 1991. El mismo tiene asimismo la finalidad de contribuir a la interpretación y aplicación correcta y uniforme de las normas del MERCOSUR, aun cuando carezcan de efecto vinculante y obligatorio. Podrán solicitar opiniones consultivas al TPR todos los Estados Partes actuando conjuntamente, los órganos decisorios del MERCOSUR, los Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Partes y el Parlamento del MERCOSUR.
En agosto de 2004 el TPRM quedó constituido y comenzó sus actividades instalando su sede en Asunción, Paraguay.
En Octubre de 2003, Néstor Kirchner y Lula da Silva, presidentes de Argentina y Brasil respectivamente, firman el Consenso de Buenos Aires, que propiciaba el derecho al desarrollo, el papel estratégico del Estado y la importancia de fortalecer el MERCOSUR y la integración sudamericana.
Como resultado de los acuerdos a los que arribaron los presidentes del “binomio inductor” durante el año, en diciembre de 2003 el CMC aprueba el Programa de Trabajo 2004-2006, dividido en cuatro partes: MERCOSUR económico-comercial; MERCOSUR social; MERCOSUR institucional; y nueva agenda de la integración.
Fruto de este programa, en julio de 2005 nació el Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM – Decisión CMC Nº 45/04), el cual se constituyó en el instrumento más importante y eficiente a la hora de reducir las asimetrías (diferencias estructurales) y brindar nuevas oportunidades a los países más pequeños del bloque (Paraguay y Uruguay).
El Fondo tiene por objeto financiar proyectos en regiones con menor desarrollo económico, incluyendo el mejoramiento de los sistemas de integración fronteriza y de los sistemas de comunicación en general; mejorar la competitividad de las actividades productivas, incluyendo procesos de reconversión productiva y laboral y de fortalecimiento de la institucionalidad pública y privada en los aspectos vinculados a la calidad de la producción; proyectos que contribuyan al desarrollo social, en particular en las zonas de frontera o para propuestas de interés comunitario en áreas de salud humana, educación, reducción de la pobreza y del desempleo.
El proyecto coordinado por Mariana Vázquez y Daniela Perrotta (2012) señala que “Una de las particularidades del FOCEM es la lógica mediante la cual se financian y evalúan los proyectos: con el fin de que los países más pequeños sean beneficiados y rompiendo con toda lógica de primacía del más poderosos, los miembros que más recursos aportan son aquellos que menos reciben.
Para ser más exactos, anualmente el FOCEM recauda un total de 100 millones de dólares, de los cuales Brasil aporta el 70% de los fondos, le sigue Argentina con el 27%, luego Uruguay con el 2% y por último Paraguay con el 1%. Inversamente, Brasil y Argentina se benefician con un 10% cada uno mientras que Uruguay recibe un 32% y Paraguay cuenta con el 48% de los fondos”.
También en 2004 se inicia el proceso que crea el Parlamento del MERCOSUR o Parlasur (decisión 49/04 del CMC), que reemplaza la anterior Comisión Parlamentaria Conjunta (CPC), con el objetivo de funcionar como órgano de representación del pueblo del bloque, de manera independiente y autónoma.
En diciembre de 2005 se firma el Protocolo de Montevideo – Constitutivo del Parlasur, que determinó que los pueblos de Uruguay y Paraguay serán representados por 18 parlamentarios cada uno, seguidos por Argentina y Brasil, con 43 y 75 respectivamente. Sin embargo, estos dos países pasarían por una etapa de adecuación, hasta 2014, en la que contarán con 26 y 37 representantes en cada caso. Hasta el 2010 cada delegación nacional estaría compuesta por parlamentarios elegidos entre los miembros de los parlamentos nacionales y a partir de 2011, todos los países deberían elegir en forma directa a sus parlamentarios, incorporando la elección en sus calendarios electorales nacionales.
Los parlamentarios electos no se agruparían conforme a su nacionalidad, ya que representan a la totalidad del pueblo del MERCOSUR, de manera que los distintos agrupamientos lo serán conforme a sus ideologías o pertenencias partidarias. El Parlasur comenzó a funcionar asi en marzo de 2007.
El 4 de julio de 2006, la República Bolivariana de Venezuela suscribe junto con los Estados Parte el Protocolo de Adhesión al MERCOSUR, con lo cual comienza el proceso de .incorporación paulatina como miembro pleno.
En 2007 se crea el Instituto Social del MERCOSUR (ISM), cuyos objetivos generales son: contribuir a la consolidación de la dimensión social como eje fundamental en el desarrollo del MERCOSUR; aportar a la superación de las asimetrías; colaborar técnicamente en el diseño de políticas sociales regionales; recopilar e intercambiar buenas prácticas en materia social; promover mecanismos de cooperación horizontal; identificar fuentes de financiamiento. Y entre sus funciones se destacan: proporcionar colaboración técnica en el diseño y planificación de proyectos sociales.
En el año 2009, por Decisión CMC 14/09, se crea el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos (IPPDH) del MERCOSUR, instancia intergubernamental creada para la cooperación técnica, la investigación, la capacitación, y el apoyo en la coordinación de políticas regionales de los derechos humanos.
En Diciembre de 2010, por Decisión CMC N° 63/10, se creó el Alto Representante-General del MERCOSUR como órgano del Consejo del Mercado Común (CMC), para contribuir con el desarrollo y funcionamiento del proceso de integración, a partir del fortalecimiento de las capacidades de producción de propuestas de políticas regionales y de gestión comunitaria en diversos temas fundamentales. El ARGM será una personalidad política destacada, nacional de uno de los Estados Partes que lo propondrá por su reconocida experiencia en temas de integración, y será designado por el CMC por un período de 3 (tres) años y reelegible por otros tres, respetándose el principio de rotación de estados parte.
En Julio de 2012, en la XLIII Cumbre Presidencial de MERCOSUR en Mendoza, Argentina, se decidió concluir el ingreso de Venezuela como Estado Parte del MERCOSUR (abandonando su condición de estado asociado), lo que representó la primera ampliación del MERCOSUR. Cabe mencionar que el mismo año, Bolivia planteó su deseo de adherir al MERCOSUR.
(1) Se refiere a la Primera Conferencia Internacional Panamericana, efectuada en la ciudad de Washington, que estableció la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas y su secretaría permanente, la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas, precursora de la OEA.
Bibliografia:
Waddell, D. (1991); La política internacional y la independencia latinoamericana, en Bethell, Leslie (comp.) “Historia de America Latina”, Tomo 5, Cambridge University Press/Critica, Barcelona.
Paradiso, José (2010); Entre la supervivencia y el rumbo: los nuevos estados en el tiempo revolucionario, en Revista Puente@Europa, Año VIII, No 2, Universidad de Bologna : http://issuu.com/puntoeuropa/docs/puente_europan2_2010?e=7646642/3628725
Bolívar, Simón (1815); “Carta de Jamaica”, en Ideas en torno de Latinoamérica, UDUAL/ Universidad Autónoma de México, México, 1986.
Brá, Gerardo (1984), “El Congreso Anfictiónico de Panamá”, en Revista Todo es Historia nº 205, Editorial Todo es Historia S.A., Buenos Aires.
Campbell, Jorge (1999), “Mercosur. Entre la realidad y la Utopía”. Grupo Editor Latinoamericano S.R.L., Colección Estudios Internacionales, Buenos Aires.
Mariana Vázquez y Daniela Perrotta -Coordinadoras- (2012), “Paz, democracia e integración regional en América del Sur. Visibilizando los logros políticos, sociales y culturales del MERCOSUR y de la integración regional en América Latina y el Caribe”. Identidad MERCOSUR – Proyecto de Voluntariado Universitario – Proyecto UBANEX, Buenos Aires.