«La baja de la participación es histórica y es el dato principal de la elección. Llega al mínimo, perdiendo 23 puntos respecto a las últimas elecciones. Fue más baja incluso que la que sucedió en la crisis de 2001 y más baja que la de las elecciones que fueron desacopladas de la elección nacional, la del 2011 y la de 2015.
La gran cuestión es entender su significado. Sin ningún tipo de impedimentos para concurrir a votar que los que decidieron no votar fueran casi la mitad del electorado es un dato político que habla de la continuidad de la crisis de representación, que hay muchos que no se sienten tentados a participar con esta oferta electoral y/o que quizá ya no sientan que el voto (que es obligatorio) sea un vehículo adecuado para canalizar sus expectativas. Y lo que lógicamente sigue en la observación es intentar describir quienes y que representan los que no se sienten representados».
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