El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti presentó el 24/4 la Oficina de Justicia Ambiental del máximo tribunal. Acompañado por la vicepresidenta de la SCJ, Elena Highton de Nolasco y por el ministro de la Corte Juan Carlos Maqueda, Lorenzetti efectuó el discurso de presentación, en el que cuestionó el hecho que “Para los gobiernos, el ambiente es una cuestión ajena, que no merece una importancia relevante como para estar en la agenda».
Ante la atenta mirada de la audiencia, entre la que se pudo observar a varios jueces federales y camaristas junto a representantes del mundo artístico, Lorenzetti señaló que «Solemos pensar que la cuestión ambiental es algo que les compete a los artistas utópicos, a los científicos o a los juristas extremos, pero no a los gobernantes. La cuestión ambiental nos afecta a todos y de modo directo».
Respecto a las funciones que cumplirá la nueva Oficina, explicó que no tendrá atribuciones jurisdiccionales, no recibirá denuncias ni hará juicios, sino que se dedicará a promover la concientización de la crisis ambiental y sus soluciones, como una política de Estado. Agregó que en el plano internacional trabajará conjuntamente con organismos como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Organización de Estados Americanos, que cuenta con programas para capacitar a los poderes judiciales en materia ambiental. Asimismo contribuirá en la investigación e identificación de problemáticas regionales y métodos de solución de conflictos.
Finalizando el acto, los miembros del máximo tribunal firmaron el siguiente documento:
Declaración por un Ambiente Sustentable
La temperatura del planeta está en aumento constante, los glaciares se van derritiendo, hay muchas especies en extinción, los ríos y los mares están contaminados, y gradual, pero irremediablemente, la vida en el planeta se hace más difícil.
Estos cambios nos afectan directamente a cada uno de nosotros.
Hemos visto que se han inundado ciudades, con pérdidas tremendas, y por la noche, sin luz ni asistencia, no hay seguridad alguna, la civilización se vuelve precaria.
Hemos vuelto a tener miedo a las tormentas y a la aparición de enfermedades incurables, como sucedía en la Antigüedad.
El agua potable, esencial para la vida, será un bien escaso y costoso para las generaciones futuras.
No anunciamos el apocalipsis, pero es irresponsable ignorar las advertencias de la naturaleza.
Un cambio en la cultura
Es necesario repensar el individualismo excesivo, que se expresa tanto en la explotación insensata de los recursos como en el consumo ilimitado.
Es imprescindible desarrollar una cultura más integrada con la naturaleza, que permita conciliar los derechos individuales con los colectivos. Esta concepción no es nueva, ya que existió tanto en los pueblos originarios, que respetaban a la Madre Tierra, como en la religión cristiana, en la que Francisco de Asís hablaba del cuidado de la creación, y en el Antiguo Oriente, que pensaba al ser humano dentro de un sistema.
Un cambio en la economía
Es necesario volver a pensar también la economía.
La oposición entre el desarrollo y el ambiente es un modo erróneo de plantear el problema. Nuestro país está en una posición inmejorable para desarrollar una economía sustentable, con alimentos orgánicos, energías renovables, bienes de consumo reciclables. Hay un desarrollo sostenible. Es una oportunidad y no una oposición.
Un cambio en la gobernabilidad
Es necesario un cambio en la gobernabilidad. No se puede seguir pensando sólo en la reacción frente a catástrofes que son predecibles.
Los dirigentes del siglo XXI deben desarrollar políticas de prevención y pensar que todo es un sistema interrelacionado.
Los dirigentes deben dar participación a la comunidad y no reprimir la protesta cuando es legítima.
Proponer en lugar de oponer.
Anunciar en lugar de denunciar
Hay que reaccionar, porque es falso prometer un futuro a los jóvenes si no enfrentamos la crisis ambiental.