Por un tiempo el fenómeno Milei nos hizo sospechar que habíamos perdido toda capacidad de análisis. Es que la forma en que descreímos de sus posibilidades de acceder al poder nada tenían que ver con nuestros deseos, dado que a esta altura era difícil esperanzarse con alguno de los candidatos que ofrecía la pobre oferta electoral de nuestro país.
Pasada la sorpresa de las elecciones, comenzamos a descubrir que no era nuestro análisis lo único que había fallado. En todo caso la mayoría falló por falta de información o por la deformación de la realidad que efectuaron la mayoría de las encuestas y opiniones en los medios tradicionales.
A partir de ahora habrá que prestar más atención a los análisis de redes y a las manifestaciones espontáneas como las que venía provocando el libertario, por más que no fueran majestuosas. Parece que, paradójicamente, la realidad se encuentra escondida ahí, en el mundo de la virtualidad.
Con el diario del lunes, como suele decirse, fue todo mucho más comprensible. Tras la experiencia de los últimos cuatro años de gobierno y la anterior experiencia de JxC, a lo que se suma el lamentable espectáculo de las internas opositoras, el triunfo de Milei se mostró casi como un resultado lógico. Al menos para quienes tenemos la noción de la autocrítica.
Claro que siempre va a haber esa izquierda y ese falso progresismo ilustrados, que seguros de su iluminado entendimiento, sostendrán que el pueblo no sabe lo que votó. O que fue engañado. Si los apuramos terminarán asegurando que se trata de un pueblo bruto al que se puede engañar fácilmente -mejor no preguntarles su responsabilidad en ese eventual embrutecimiento- y de ahí a pedir el voto calificado hay un solo paso. No hay razonamiento más gorila. Obvio que si hubiera triunfado su candidato, no habría pueblo más sabio.
Y ahora a seguir. El marciano ya está aquí y su aterrizaje produjo un estruendo y un estupor del que todos pretendemos salir. Más que el espanto, nos une el desconcierto.
No es por faltarle el respeto a la investidura presidencial. Su semejanza con un extraterrestre es casi su mayor activo. No me refiero a trivialidades como su aspecto, postura, tono o sus relaciones sociales. El tipo tiene ideas que hasta hace dos minutos la mayoría consideraba inaceptables y sin embargo no sólo ganó las elecciones postulándolas, sino que sigue concitando grandes apoyos -incluso entre los pobres- pese al ajuste económico brutal que ha impuesto; la recesión y la caída del poder adquisitivo de los salarios. Insulta en la cara a los demás políticos y al mismo tiempo los llama a firmar acuerdos. Todo con la seguridad de contar con el apoyo de “las fuerzas del cielo”. Y encima parece no tener pasado, lo que lo hace inmune a cualquier intento de carpetazo.
Hasta sus errores no forzados, como la designación de una funcionaria de inexpertos veintipico de años en el Renaper, son tan insólitos que suenan a operación de distracción.
En vez de continuar con los negocios o hasta simples kioscos, con los que todo gobierno se encuentra al asumir el control del estado, los desarma y abre denuncias no selectivas, desconcertando incluso a la Justicia, tan acostumbrada a aprovechar los vientos.
No es que figuras como Milei no existan en el mundo. El tema aquí es que en vez de tener un 5% del electorado, lo tenemos como presidente y todavía nadie descifra bien sus movimientos.
La siempre genial Graciela Camaño ya nos advirtió que el presidente suele cantar falta envido -y por que no truco- sin nada, en alusión a su escaso apoyo parlamentario y a nivel territorial. Esto es tan cierto como que sus oponentes tampoco cuentan con mucho, considerando su atomización y los pobres resultados en sus gestiones.
Es por esto que, a los empujones contra la Constitución, el gobierno viene imponiendo la vigencia del DNU 70. Segura de un revés en el Senado, Villarroel escondió la pelota todo lo que pudo. Ahora que la Cámara Alta ya lo rechazó, veremos si en Diputados pueden demorar su tratamiento. O, mejor aún, tirar la pelota afuera de la cancha.
Milei no puede aprobar las leyes que necesita del Congreso, pero cuenta con la ventaja del manejo de la lapicera y del grifo, con lo que trata de lograr el apoyo de los gobernadores y sus legisladores. Ahora se ilusionan con recuperar esa porción de Ganancias que cedieron en pos de la campaña presidencial de Massa. Es poca cosa.
Todos saben que la única pasta importante a repartir está en el Impuesto PAIS, pero sabedor de que esos ingresos son el principal pilar del equilibrio fiscal, el presidente descree de la viabilidad de cualquier acuerdo. Por eso ni va a las reuniones a las que él mismo convocó. Y después de mayo verá qué otra cosa inventa para ganar tiempo hasta que lleguen las elecciones del 2025. Como si fuera posible llegar a ese momento con esta dinámica, en la que una altísima inflación, por más que se desacelere, sigue sacándole varios cuerpos a salarios y jubilaciones.
En síntesis, hemos entrado en una dimensión desconocida. Hay un Ejecutivo que parece tener muy claro –nos guste o no- el rumbo a seguir, aunque dudamos de las herramientas que viene empleando. El capitalismo y la libertad pueden no ser intrínsecamente malos, pero la ausencia total del estado es solo teórica y no hay evidencia de los buenos resultados que pueda tener. Más bien habría evidencia contraria.
Respecto a su alineamiento internacional pueden no gustarnos EE. UU e Israel, pero en un mundo aún caracterizado por la antinomia democracia-autocracia… ¿Cuáles serian las alternativas? El mundo está horrible, es cierto. Pero la simpatía con Trump o Bolsonaro son decididamente inaceptables.