Por Julieta Nasi
«El compromiso compartido con la lucha contra la pobreza y de crecimiento desigual”. De esta manera la Casa Blanca caracterizó a través de un comunicado, la visita del Presidente Barack Obama al Vaticano.
Según se ha llegado a conocer, los puntos claves del encuentro se habrían centrado en la pobreza, la desigualdad y la inmigración. A la vez de ahondar –precavidamente- en los temas divergentes como el matrimonio entre personas del mismo sexo, la anticoncepción y el aborto.
Las discrepancias encontraron su abordaje el pasado enero del corriente año entre los Secretarios de Estado de ambas jurisdicciones, por un lado Pietro Parolin en representación del Estado del Vaticano, y por el otro John Kerry, por Estados Unidos. Entre sus diferencias, se puede destacar la especial atención del Sumo Pontífice acerca de la escasez de medidas pro vida en compromiso con las madres en dificultades con su embarazo y el excesivo apoyo al aborto. Sin embargo el embajador norteamericano en la Santa Sede, Ken Hackett, señaló a ABC de España que “en este tipo de encuentros de alto nivel, se evita que nadie quede mal “.
Lo esencial y magnífico de la reunión de dos grandes personalidades mundiales es el símbolo que acarrea. Un mandatario de color, y otro blanco; uno de idioma inglés y otro de español; uno del norte y otro del sur; que hallan tierra neutral (Europa) para discutir y acordar en ciertos aspectos. De este modo, se podría decir que dos puntos opuestos se encuentran y a su vez se complementan con el objeto de concertar temas no solo beneficiosos para un país, sino para toda la humanidad.
Ahora bien, lo curioso a puntualizar radica en el sistema de poder que cada personaje acarrea consigo. ¿Se podría inferir que a través de este gesto Obama «cede» su poder? Teniendo en cuenta el panorama internacional de Estados Unidos con Rusia y otros países, ¿cómo se entremezcla la política y la religión? Sin dejar de lado que el mandatario norteamericano proviene de una rama diferente de la religión, la protestante. Asimismo, cabe destacar que el Papa Francisco, con sus obras desde la cumbre del papado, hace más de un año se ha convertido ciertamente en un líder mundial y, con su carisma, ha atrapado varios corazones generando una imagen positiva en el 85% de la población mundial.
Con la Guerra Fría acabada hace décadas, y con la presión y cuestionamientos sobre su mandato respecto a la situación ucraniana y las contestaciones desafiantes de Putin, Obama necesitaría un «aliado espiritual», ya que su nueva estrategia sería la vía diplomática para resolver o acordar los conflictos internacionales. Estados Unidos, una potencia bélica históricamente, no aparece en condiciones de afrontar una guerra no solo por su contrincante, sino también por el costo político que esto provocaría. A los ojos de las sociedades civiles de los Estados soberanos y de la Comunidad Internacional en su conjunto, sería el pasaje directo a la ruina.
Entonces, ¿qué cuota de poder estaría cediendo el mandatario norteamericano? Estados Unidos nunca ha sido famoso por su preocupación en temas como la pobreza y la desigualdad social; bien es sabido que no son prioridades dentro de su agenda. En este sentido cabe destacar que es el país con menos ratificaciones de tratados internacionales de derechos humanos, no estando vinculado a la jurisdicción de la Corte en el sistema regional americano (OEA) entre otros, y mucho menos ratificando acuerdos que incluyan derechos sociales como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. A pesar de ello, su estrategia diplomática lo llevaría a ampliar los ámbitos de discusión de cara a la realidad social, ya que más allá de las formalidades, las sonrisas y los obsequios, Obama ha reconocido que «el Papa nos desafía. Nos suplica que nos acordemos de la gente, de las familias y de los pobres. Nos invita a reflexionar sobre la dignidad de la persona humana.»
Bajo dicho panorama, ¿se podría inferir que la visita de Obama al Papa tiene un trasfondo político? Con una figura de tal magnitud y grandeza de su lado, ¿sería más fácil seguir recolectando estados y/u organizaciones internacionales a su favor con el fin de lograr aislar a Rusia política y económicamente y, finalmente conservar su liderazgo mundial? Lo que sí se sabe, es que estos focos ya comienzan a penetrar en la agenda política norteamericana, haciendo eco en una Reforma Inmigratoria en la cual el otorgamiento de tarjetas verdes a graduados en doctorados de universidades estadounidenses, y la situación de los hispanos indocumentados que colaboran de manera radical a la economía de dicho país, aparecen como ejes claves de la cuestión.
Abril 2014
julietanasi@laborlegislativa.com