Vicepresidente 1° de la Legislatura Porteña.
Los argentinos nos encontramos ante una inmejorable oportunidad de repensar la política como ámbito de encuentro fraternal y de elaboración de propuestas viables al cumplirse el 40° aniversario del fallecimiento de Juan Domingo Perón.
Decimos que la oportunidad es propicia debido a que la situación del país reclama de todos sus hombres y mujeres gestos de grandeza, la puesta en práctica de valores sociales positivos y el fortalecimiento de la democracia desde la primacía de las leyes y la Constitución.
Perón es el ejemplo de lo que proponemos. Un punto de apoyo inspirador. Elegido tres veces como presidente constitucional y después de un prolongado exilio regresó a la Patria con los brazos extendidos hacia los partidos políticos adversarios. Vino para lograr la unidad nacional en torno a los denominadores comunes de las fuerzas democráticas. Trajo en su maleta doctrinaria aquella “verdad” transformada: “para un argentino no pude haber nada mejor que otro argentino”. Y se llevó la más hermosa música en sus oídos: la palabra del pueblo.
El último Perón, en definitiva, buscó sintetizar la convivencia democrática que las circunstancias negaban. La coyuntura violenta, teñida de desencuentros, coartó la viabilidad republicana, pero el gesto aún perdura y nos emociona el abrazo entre los dos grandes líderes del momento: Ricardo Balbín y el fundador del justicialismo.
Aquel abrazo enterró una forma de interpretar la política y la historia. Ambos líderes avanzaron hacia una integración capaz de sintetizar lo mejor del pasado. Porque en las viejas raíces populares se haya la savia nutritiva de las instituciones democráticas. Ellos eran responsables, se habían equivocado, pero eran grandes de veras y les dejaban a las nuevas generaciones una lección esperanzadora y constructiva: nunca es tarde para el diálogo, nunca es tarde para preservar la unidad que supera la división suicida, nunca es tarde para enterrar el hacha de la guerra y enarbolar las banderas de la libertad, la paz y la justicia social.
Aquel Perón está vigente. Sus valores republicanos y sociales son una solución a la crisis y a los desafíos de la hora. Por eso hay que repensar la política desde esos valores que enriquecen la pluralidad y la diversidad. Con inteligencia y patriotismo. Con racionalidad y coherencia.
Nadie se va envuelto en el reconocimiento ciudadano como Perón si en vida no fue capaz de sembrar la unidad nacional. Por eso todos los sectores de la vida pública lo despidieron y lloraron. En cierta forma, se iba un pedazo de la Argentina y lamentablemente no dejaba un reemplazo a la altura del tiempo particular que se vivía.
Sin embargo, de aquellas cenizas renacen los anhelos militantes y populares, el amor intacto, la frente alta y el espíritu retemplado. El mejor homenaje es este: el compromiso de seguir uniendo a quienes piensan distinto por una Argentina igualitaria. Por tanta lucha vale la pena apostar al futuro con nuestra identidad peronista actualizada.