Por Lucila Pontífice
Analizar la actualidad política haciendo analogías con el fútbol, sus tácticas, estrategias, picardías, etc.. es una hábito al que adhieren muchos analistas y periodistas de todo el mundo. En un país tan futbolero como el nuestro es casi imposible -para los que entendemos algo de fútbol- sucumbir a la tentación de comunicar en un idioma que entienden casi todos.
Sin embargo lamento adelantar a eventuales lectores italianos, alemanes, holandeses, ingleses o de cualquier país futbolero del mundo, que se abstengan de intentar entender todo lo que sucede en nuestro fútbol. Con mucha más razón no intenten entender lo que ocurre con los kirchneristas. Esta nota no es para ustedes, amargos. Si hasta son capaces de aplaudir un gol de Messi cuando se comen una goleada en contra en su propia cancha. Esto es para nosotros, los bravos criollos que desarrollamos la cultura del “aguante”.
Si nuestro equipo gana lo aplaudimos y cantamos, pero fundamentalmente humillamos al contrario que perdió, incluso si lo hubiera hecho jugando mejor.
Si nos ganan cantamos y vivamos a nuestro equipo aunque haya jugado pésimo. Y le hacemos saber a los contrarios que no tuvieron mérito alguno aunque nos hayan pegado un baile de novela. Decimos que ganaron con ayuda del árbitro y que no se les ocurra darnos la vuelta en nuestra cancha porque se pudre todo. Sus almas y/o autos saldrán bajo una lluvia de piedras e insultos. Nos habrán ganado, pero igual son putos. Y nuestros cánticos se lo harán saber más fuertes que nunca.
Los empates son solo teóricos, solo sirven para las estadísticas. En realidad la mayoría de los empates beneficia más a un equipo que a otro, pero lo más importante es hacerles saber a los rivales que somos mejores. Al menos más guapos. Por eso cantamos màs fuerte y tratamos de amedrentarlo mediante el uso de la fuerza.
En la práctica un empate es igual que una victoria o una derrota. Es solo otra excusa para cantar y sentirse como si hubiéramos ganado. Lo más importante es siempre insultar al rival, hacerle sentir que no existe y que debe salir corriendo.
Me aterra prever en los actos del 10 de diciembre escenas que nos remitan a los espectáculos más lamentables de nuestro folclore futbolero. Espero equivocarme. Si es asi sepan disculparme. En mi descargo diré que me dejé llevar por la similitud de los cánticos que se escuchan en las canchas y en el Patio de las Palmeras.